Miércoles 12 de julio de 2006

Lo que demuestra el Juicio a Etchecolatz

Cuando los centros clandestinos de detención se llenaron de obreros

En la ciudad de La Plata, continúan las audiencias de testigos en el juicio oral contra el Director de Investigaciones de la policía bonaerense durante la última dictadura militar, Miguel Etchecolatz.
A través de los testimonios de los ex detenidos desaparecidos se reconstruye la historia de lo que fue aquella vanguardia que pasó por los más horrorosos centros clandestinos de detención.
Un dato muy importante que confirma lo que hemos sostenido durante años organismos como el CeProDH, es que un blanco principal del ataque de los represores fueron las comisiones internas de fábrica y los trabajadores que se organizaban contra la patronal y las direcciones sindicales pro-patronales.

Testimonios de una clase

Alfonso, el papá de la joven Patricia Dell’Orto -cuyo asesinato se trata en este proceso oral- contó que en 1977 siendo trabajador en la planta de RIGOLLEAU, el Coronel Presti visitó la fábrica y ordenó que se reúna a los jefes operativos para decirles “Vengo a alertar sobre la actividad que hay en las empresas de la zona... están infiltradas por subversivos”. Aclaró que su intención era colaborar con los empresarios a detectar activistas.
De Francesco, docente de la Universidad de la Plata por aquella época, relató que compartió cautiverio con Carlos Simon, un trabajador de una empresa llamada “Data”, que pertenecía al grupo farmacéutico BAGÓ. De Francesco también estuvo detenido junto con otros docentes universitarios, Miguel Laborde, Mario Feliz y Adriana Calvo.
El testigo Illodo, habló de los tres colectiveros detenidos con él: Ciolín, Figueredo y Acosta.
Nilda Eloy -cuyo caso se trata en este juicio- habló de Blanca, una maestra de Villa España, Florencio Varela que estuvo detenida con ella. También estuvo con los obreros de SAIAR, Luis Jaramillo (le decían “el Sapo”)[1] y Héctor Pérez, desaparecidos, y un muchacho de apellido Carrizo, que cree que fue liberado. De YELMO, había un hombre de apellido Santos.
El ex detenido, Adolfo Paz, en el campo conocido como “El Infierno”, que funcionó en la Brigada de Investigaciones de Lanús (con asiento en Avellaneda), estuvo con delegados de la MERCEDES BENZ, un químico de la Papelera MASSUD, un empleado del diario LA NACIÓN, dos delegados de la U.T.A. de la Regional Avellaneda, un empleado de KÁISER ALUMINIO, otro trabajador de la química HIDRODINÁMICA VAZQUEZ, un ingeniero que trabajaba en la fábrica de cigarrillos PICARDO, entre otros.
Julio López, albañil - su caso también se trata en este juicio- relató que estaban por liberar a unos de sus compañeros detenidos y escucha que un represor dice “a Alberto Sánchez retenganló. Me parece que vino un mensaje de la fábrica”. López continuó “Sanchez trabajaba en la PEUGEOT, alguien dijo que era un bochinchero bárbaro en la fábrica. No lo vi más...” Otros testigos relataron sobre más delegados de fábrica detenidos, como Oscar Solís que estuvo prisionero con delegados obreros de la zona de La Matanza.
Uno de los casos que se tratará más adelante en este juicio es el asesinato y torturas de tres enfermeras, pero a ello nos referiremos en próximos números.

Los mismos capitalistas que organizaron el golpe

Los testimonios dan cuanta de cantidad de trabajadores que poblaron los centros clandestinos que funcionaron en las Brigadas y Comisarías de la provincia Buenos Aires, y además las empresas prestaron sus propios predios para que funcionen allí centros de tortura y exterminio.
Esos capitalistas que “golpearon las puertas de los cuarteles” desde mucho tiempo antes del golpe, organizaron aquel nefasto 24 de marzo del ‘76 y se beneficiaron del plan económico instaurado por los militares. Para aumentar sus ganancias, recurrieron el terrorismo de Estado, instaurando un plan de exterminio de la vanguardia de la clase obrera.
Los empresarios no sólo nunca recibieron castigo alguno por ser partícipes del genocidio sino que al día de hoy siguen teniendo monstruosas ganancias basadas en la explotación de millones de trabajadores, explotación que se incrementó al amparo de reglas esclavistas que impusieron los milicos -y se ampliaron durante los años 90- y que nadie se atreve a modificar en los sustancial.
Por esos decimos: el golpe vive en la explotación y la impunidad de hoy.